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La humanidad sigue enganchada al petróleo, al gas natural y al carbón

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Publicado el 22 de Junio 2021

La humanidad sigue enganchada al petróleo, al gas natural y al carbón

Un informe advierte de que el 80% de la energía se genera con combustibles fósiles, lo mismo que hace una década

La anterior década fue otra década perdida para la humanidad en la lucha contra el cambio climático y, por lo tanto, contra los combustibles fósiles, que son responsables de la mayoría de los gases de efecto invernadero que expulsa la actividad del ser humano. Porque, a pesar de la expansión de las renovables, la cuota de energía generada con gas natural, petróleo y carbón en el mundo no varió en los últimos diez años. Es una de las conclusiones del informe elaborado por el grupo internacional de análisis REN21 sobre la evolución de las energías renovables en el mundo.

 

Rana Adib, directora ejecutiva de este centro de estudios, urge: “Necesitamos una reducción drástica de la demanda energética y necesitamos prohibir los combustibles fósiles”. Entre 2009 y 2019, el porcentaje de energía —tanto eléctrica como la requerida para el transporte o la industria— generada por los combustibles fósiles en todo el mundo pasó del 80,3% al 80,2%. Esto se produjo en un periodo de expansión sin precedentes de las nuevas energía renovables, la solar y la eólica. ¿Cómo es posible? Porque, como explica por videoconferencia Adib, la demanda siguió aumentando sin un cambio estructural y el incremento de las tecnologías limpias, que pasaron del 8,7% de cuota al 11,2%, fue muy insuficiente para hacer mella en ese reparto de la tarta energética. 

 

El gran debate al que se enfrentan los gobernantes ahora es si esta década es verdaderamente la definitiva en la lucha climática y en la ruptura con los combustibles fósiles. Abid considera que 2020 fue un año “alentador” en cuanto a la ambición climática. Muchos países se comprometieron a lograr la neutralidad de sus emisiones en 2050 —lo que supone solo emitir los gases de efecto invernadero que puedan captar los sumideros, por ejemplo, los bosques—. En estos momentos, alrededor del 70% de las emisiones mundiales están cubiertas por esas promesas de neutralidad para mediados de siglo, según los datos de la ONU. Pero el problema es la desconexión entre esas promesas a largo y medio plazo y las acciones que están tomando ahora los Estados. “La realidad es que no estamos en la senda para cumplir con esa ambición”, apunta la directora de Adib sobre las meta de emisiones neta cero. 

 

REN21 destaca en su informe que solo cinco de los miembros del G-20 tenían objetivos para 2020 destinados a aumentar la cuota de renovables respecto a su consumo final de energía —se trata, básicamente, los Estados de la Unión Europea—. “Hay una clara desconexión entre la ambición y la realidad”, insiste Adib, quien recuerda también los problemas que se han producido con los planes de recuperación para salir de la crisis económica generada por la pandemia: “En los paquetes de recuperación económica, desgraciadamente los combustibles fósiles han recibido seis veces más apoyo que las energía renovables”. 

 

“Los gobiernos tienen mucha presión de la industria de los combustibles fósiles y se necesitan cambios estructurales”, expone Adib. “Sabemos que no estamos en el camino adecuado, y si los gobiernos no toman hoy acciones drásticas, pondremos en riesgo nuestro futuro”, añade.

 

Expansión solar y eólica

El informe anual de REN21 realiza un repaso sobre la evolución de las renovables en 2020 en el mundo. Y, a pesar de las malas noticias relacionadas con los combustibles fósiles, el estudio destaca que la implantación de renovables ha cogido mucho impulso en el sector eléctrico. Casi toda la nueva capacidad que se instaló el año pasado en el mundo fue de energías renovables debido, principalmente, a la reducción de los costes de estas tecnologías. Sin embargo, en otros sectores, como el del transporte, todavía no se ha alcanzado la velocidad necesaria.

 

Si se observa solo el sector eléctrico, España sigue ocupando un lugar destacado gracias a la energía eólica pero también cada vez más a la solar fotovoltaica. El pasado año, el 28% de toda la electricidad generada en el país provino de los generadores eólicos y los paneles fotovoltaicos. España es el sexto país con una cuota más alta. Encabezan esa clasificación mundial Dinamarca (63%), Uruguay (43%), Irlanda (38%), Alemania (33%) y Grecia (32%). Justo después de España están el Reino Unido (28%), Portugal (27%) y Australia (20%). 

El estudio destaca los récords de generación solar que se vivieron el pasado año en España. También, el fuerte impulso que tuvo la implantación de energía eólica. España fue el segundo país de la Unión Europea que más generadores de este tipo conectó a la red en 2020— y la solar fotovoltaica —España ocupó el tercer lugar en la UE en instalación de placas—.

 

A todo ello, Adib suma como positiva la reciente aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética: “la ley prohíbe las explotaciones nuevas de combustibles fósiles, esa es la vía que deben utilizar los gobiernos”. Porque, añade la directora de REN21, esos vetos suponen una “declaración clara” para que los inversores no entren en los proyectos de petróleo, gas y carbón. 

 

El papel de los combustibles fósiles en un sistema energético sostenible.

 

El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestra era. Sin embargo, la necesidad de asegurar el acceso a la energía para gozar de calidad de vida y para el desarrollo económico es igual de importante. Por tanto, es esencial abordar el cambio climático como parte de la agenda de desarrollo sostenible. El progreso continuo en el desarrollo de nuevas tecnologías ha aportado confianza y esperanza de lograr estos objetivos en el sistema energético. Las drásticas reducciones de precios y el avance tecnológico de los molinos de viento y la energía solar fotovoltaica han demostrado que estos recursos de energía renovable pueden desempeñar un papel importante en los sistemas mundiales de electricidad y que los avances decisivos, anticipados desde hace mucho tiempo, en tecnología de almacenamiento eficaz en función de los costos cambiarían de forma sustancial las matrices energéticas primarias.

 

Estos avances han conducido invariablemente a presumir que hemos “acabado” con los combustibles fósiles en todo el sistema energético, que no hay necesidad de seguir desarrollando nuevos recursos y que tenemos que dejar de usarlos tan pronto como sea posible. Esta hipótesis también ha llevado a tener una percepción de tecnologías “buenas” basadas en energías renovables en los sistemas energéticos mundiales de hoy en día, por una parte, y de tecnologías “malas” basadas en combustibles fósiles, por la otra. La realidad es que este debate tiene muchos más matices y requiere una investigación mucho más minuciosa. La tecnología de secuestro del carbono y la gestión de las emisiones de metano en toda la cadena de valor de la energía fósil pueden ayudar a cumplir los ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de CO2 mientras los combustibles fósiles sigan formando parte del sistema energético. Gracias a ello los combustibles fósiles podrán convertirse en “parte de la solución”, en vez de seguir siendo “parte del problema”.  Todas las tecnologías tienen una función que desempeñar en un sistema energético guiado por la economía racional.

 

Los combustibles fósiles comprenden el 80% de la demanda actual de energía primaria a nivel mundial y el sistema energético es la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones globales de CO2. En vista de que se cree que las emisiones de metano y otros contaminantes climáticos de corta vida están muy subestimadas, es probable que la producción y el uso de energía sean la fuente de una proporción de emisiones incluso mayor. Asimismo, gran parte de los combustibles de biomasa se usan actualmente para calefacción y cocina a pequeña escala en todo el mundo. Estos combustibles son extremadamente ineficientes y contaminantes, sobre todo en lo que respecta a la calidad del aire interior en muchos países menos adelantados. El uso de biomasa renovable de esta manera es un problema para el desarrollo sostenible. 

 

Si continúan las tendencias actuales, o dicho de otra manera, si la proporción actual de combustibles fósiles se mantiene y la demanda energética casi se duplica para 2050, las emisiones superarán enormemente la cantidad de carbono que se puede emitir si se ha de limitar el aumento medio de temperatura a nivel mundial a 2oC. El nivel de emisiones tendría consecuencias climáticas desastrosas para el planeta. Entre las posibilidades con las que cuenta el sector energético para reducir las emisiones cabe destacar sobre todo, la disminución de la cantidad de energía consumida y de la intensidad carbónica neta del sector energético al cambiar y controlar las emisiones de CO2.

 

La necesidad de reducir las emisiones no excluye el uso de combustibles fósiles, pero precisa un cambio significativo de dirección; la situación normal no es coherente con la disminución de las emisiones en los sistemas energéticos a nivel mundial. La eficiencia energética y las energías renovables a menudo se posicionan como las únicas soluciones para cumplir los objetivos del clima en el sistema energético, pero no son suficientes. Será esencial incluir una expansión del uso del secuestro del carbono y se espera que esta tecnología tenga como resultado una reducción de las emisiones de un 16% anual para 2050. Esta afirmación está apoyada por el Fifth Assessment Synthesis Report del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que estima que la limitación de las emisiones del sector energético sin secuestro del carbono aumentaría el coste de la mitigación del cambio climático en un 138%.

 

Las energías renovables no se pueden usar de forma uniforme en todo el sistema energético para sustituir el uso de combustibles fósiles hoy en día, principalmente por la variación en la capacidad de los diferentes subsectores energéticos para pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables. Por ejemplo, en algunas aplicaciones industriales, tales como la producción de cemento y acero, las emisiones proceden tanto del uso de energía como del proceso de producción.  Las tecnologías alternativas que pueden sustituir a las técnicas actuales de producción aún no están disponibles a la escala necesaria, por lo que se espera que estas técnicas persistirán de corto a medio plazo.  En estos casos, el secuestro del carbono puede proporcionar una solución coherente con las demandas actuales y permitir el tiempo necesario para desarrollar enfoques alternativos para el futuro. 

 

Los escenarios que prevén el uso del secuestro del carbono están asociados en todos los casos con una transformación significativa del sistema energético en respuesta al cambio climático. Por consiguiente, dichos escenarios no son “situaciones normales” y muestran una disminución significativa del consumo total mundial de combustibles fósiles, además de un aumento notable de la eficiencia en la producción de electricidad y los procesos industriales. Esta transformación del sistema energético apoya a todas las tecnologías fundamentales para el desarrollo de un sistema energético sostenible.

 

De esta manera, los Estados miembros de la Comisión Económica para Europa (CEPE) respaldaron un conjunto de recomendaciones sobre el secuestro del carbono en noviembre de 2014, tras celebrar amplias consultas con expertos de todo el mundo. Las recomendaciones ponen de relieve que un acuerdo climático internacional debería:

 

  • Aceptar un amplio espectro de instrumentos fiscales para fomentar el secuestro del carbono;

 

  • Abordar el secuestro del dióxido de carbono en todos los sectores industriales, incluida la producción de cemento, acero, productos químicos, refinamiento y electricidad;

 

  • Asegurar que los gobiernos colaboran para patrocinar y apoyar múltiples proyectos de demostración a gran escala;

 

  • Permitir que el dióxido de carbono inyectado en los reservorios para la recuperación mejorada de hidrocarburos se trate y se calcule como almacenamiento si se almacena de forma permanente. 

 

Si se implementan estas recomendaciones, los Estados Miembros de las Naciones Unidas que todavía dependen en gran medida de los combustibles fósiles podrán participar en iniciativas mundiales encaminadas a reducir las consecuencias del cambio climático, en lugar de simplemente contribuir al problema. La tecnología se ha probado a gran escala en el Canadá, Noruega y los Estados Unidos de América y hoy en día hay alrededor de 40 proyectos en varias fases de desarrollo en todo el mundo. Los esfuerzos a corto plazo en el secuestro del carbono son esenciales para mejorar la eficiencia, reducir los costes y lograr una mejor cartografía de las opciones de almacenamiento con objeto de que esta tecnología esté disponible para su despliegue a gran escala a partir de 2025.

 

Las emisiones de CO2 no son la única cuestión que es necesario abordar en el uso de combustibles fósiles.  Se estima que la cadena de valor del combustible fósil emite 110 millones de toneladas de metano al año en la producción y el uso de gas natural, carbón y petróleo. Esto representa una gran proporción de todas las emisiones de metano. Al ser un potente gas de efecto invernadero, se deben reducir considerablemente las emisiones de metano. 

 

El metano es el componente primario del gas natural y se emite parte a la atmósfera durante la producción, procesamiento, almacenamiento, transmisión y distribución del gas natural. Se estima que al año se pierde alrededor de un 8% de la producción de gas natural en todo el mundo debido a escapes, fugas y quema, lo cual tiene como resultado costes ambientales y económicos considerables.  Durante el proceso geológico de formación del carbón, quedan bolsas de metano atrapadas alrededor y en el interior de la roca. Las actividades relacionadas con la minería del carbón (extracción, triturado, distribución, etc.) liberan parte del metano atrapado. Al igual que en el caso del carbón, la formación geológica del petróleo también puede crear grandes depósitos de metano que se liberan durante la perforación y la extracción. La producción, el refinamiento, el transporte y el almacenamiento de petróleo también son fuentes de emisiones de metano, así como la combustión incompleta de combustibles fósiles. Ningún proceso de combustión es perfectamente eficiente, de modo que cuando se usan combustibles fósiles para generar electricidad, calor o alimentar vehículos, todos contribuyen como fuentes de emisiones de metano. 

 

Los retos clave para la gestión del metano son vigilar y registrar de forma precisa las emisiones mediante el uso de la mejor tecnología de vigilancia y medición y después aplicar los mejores arreglos para minimizar las fugas y las emisiones. Esto proporcionará beneficios económicos a la vez que disminuye los efectos sobre la salud, aumenta la seguridad y reduce el calentamiento de la Tierra. Los múltiples beneficios de gestionar las emisiones de metano son convincentes, pero todavía queda mucho por hacer para demostrar un progreso adecuado en esta área.  

 

Abordar la cuestión de la energía sostenible requiere el compromiso de un grupo lo más amplio posible de partes interesadas, mientras que ignorar el papel de los combustibles fósiles tendrá un efecto negativo. Muchos países en desarrollo cuentan con recursos de combustibles fósiles sin explotar y tienen intención de usarlos para desarrollar sus respectivas economías. La insistencia en que estos países van a incurrir en costes significativos y en que se renuncie al uso de estos recursos en favor de energías renovables probablemente cree tensiones innecesarias. Se argumenta que el mundo desarrollado creó sus actuales economías en base a los combustibles fósiles y que sigue dependiendo mucho de ellos. En vez de un programa únicamente “no fósil”, un enfoque más pragmático que anime a todos a usar un amplio espectro de los recursos que tienen a su disposición (es decir, eficiencia energética, energías renovables y uso sostenible de combustibles fósiles) creará un enfoque más equilibrado. El reto crítico persistente es asegurar una mejor calidad de vida y crecimiento económico, a la vez que se reduce la huella ambiental del sector energético. La transición a un sistema de energía sostenible ofrece la oportunidad de mejorar la eficiencia energética desde la fuente hasta el uso, de minimizar los impactos ambientales, reducir las intensidades carbónicas y energéticas y corregir los fallos del mercado energético.


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