Tel: 55 5564 73 10

La entrevista

Mario Molina
Publicado el 30 de Octubre 2020

La entrevista

Mario Molina,  una visión ambientalista en medio de un mundo industrializado

 

El Dr. Molina es el único científico mexicano que ha ganado el Premio Nóbel en compañia de dos colaboradores. Lo consiguieron en la categoría de química por haber descubierto la causa de la erosión en la capa de ozono de la atmósfera.

 

El agujero en este protector natural contra los rayos ultravioleta del sol contribuyó al aumento astronómico de los cánceres de piel y amenazaba con dejar a la humanidad desprotegida contra esta terrible amenaza. Gracias a su labor se celebró en 1987 el Protocolo de Montreal, por el cual las naciones del mundo se comprometieron a prohibir los productos químicos que causaron la erosión de la capa.

 

El Dr. Molina fue una de las principales voces del coro científico que urge al mundo a actuar decisivamente contra el cambio climático.

 

En la década de los setenta advirtió a la comunidad científica de la inminente reducción de la capa de ozono a causa a la emisión de gases clorofluorocarbonos (cfc). A 42 años de exponer esa idea, ¿su diagnóstico resultó optimista o pesimista? ¿Cuál sería el balance al día de hoy?

 

En aquellos años mis colaboradores y yo teníamos una mínima experiencia acerca de estos problemas globales. Teníamos cierto optimismo, dado que las sociedades se empezaban a preocupar por los probables daños ambientales. La gente comenzaba a darse cuenta de que ciertas actividades humanas podían contaminar ríos y suelos, aunque se trataba de problemas locales. Lo que hicimos fue atraer la atención hacia un problema inédito de escala mundial, esto es, que algunos compuestos químicos fabricados por los humanos estaban modificando la capa de ozono en la estratosfera y amenazando la vida en la troposfera, sin importar dónde se emitían dichas sustancias. Por primera vez se demostró que existía un problema global. Yo era optimista porque pensaba que el problema de los cfc debía 

 

tener una solución, pero eso no quiere decir que fue fácil convencer a los diplomáticos y jefes de Estado. Al principio encontramos mucha oposición en los sectores industriales, políticos y funcionarios en los distintos niveles de gobierno, pero se trataba de un asunto fáctico, demostrable, no de una creencia, así que terminaron aceptando el Protocolo de Montreal.

 

Una mezcla de diplomacia, oportunidades económicas y ciencia.

 

No estaba muy claro en un inicio; teníamos una hipótesis que había que demostrar de manera experimental. Por eso pienso que el optimismo que tuvimos al principio fue justificado, pero, repito, fue necesario llevar a cabo una lucha ardua y de mucha paciencia. 

 

Enseñamos cómo podía resolverse un problema mundial que se cernía sobre la salud ambiental. 

Lo preocupante es que se trata del único problema ambiental global  que se ha resuelto.

 

Sin embargo, el tratamiento del asunto tuvo efectos benignos inesperados. ¿Cuáles fueron algunas de las acciones que promovió?

 

Se prohibió la producción de cfc, el gas que se utilizaba para  alimentar los refrigeradores, y se permitió temporalmente producir hcfc (hidroclorofluorocarburos). Las investigaciones para encontrar gases alternativos tuvieron como resultado los hfc (hidrofluorocarbonos), sin cloro, y, por tanto –se pensaba–, inofensivos para la estratosfera. Sin embargo, mi colega de la Universidad de California en San Diego Veerabhadran Ramanathan descubrió que incluso estos hfc pueden afectar el clima en la troposfera. Es curioso, pero el Protocolo de Montreal ha hecho más por el clima que el resto de los acuerdos internacionales.

 

Los hfc se suman a la lista de gases de invernadero y su estabilidad puede volverse un problema si se llegan a producir de manera industrial y continua. Algunos permanecen en la atmósfera varias décadas. Por eso insistimos en extender el Protocolo de Montreal a fin de que también incluya estos gases. Varios países son reacios y aducen que el protocolo no fue establecido para resolver el cambio climático. Argumentos a todas luces débiles.

 

Hay voces –escépticas respecto al cambio climático– que sostienen que hace quinientos años ya había sequías y tormentas como las que vemos ahora y que no es necesario ahogar la actual economía del consumo con medidas ambientales.

 

Desde luego el clima ha cambiado y sigue cambiando. Pero se ha transformado a escala geológica y se entiende por qué: cambios en los parámetros de la órbita terrestre, variaciones de su inclinación y su movimiento elíptico a lo largo de mucho tiempo, por ejemplo. Sabemos bien que por varios millones de años la temperatura no aumentó en forma significativa. Desde hace unos cincuenta millones de años las variaciones han sido casi insignificantes. Asimismo, en otras épocas hubo actividad volcánica intensa, muchísima más que hoy en día. De hecho, esta etapa de relativa calma y estabilidad climática se ha dado desde hace unos diez mil años, momento en el que han florecido las civilizaciones humanas. Como sabemos, existen catástrofes, inundaciones y sequías, pero hasta ahora se producían con cierta lentitud; eran extremosas pero no cataclísmicas. En los últimos años hemos visto con claridad que estos fenómenos siguen siendo los mismos que hace, digamos, cinco siglos; lo que ha cambiado es su intensidad, de manera que su poder de destrucción ha crecido notablemente. Un ejemplo muy claro son las ondas de calor cada vez más pronunciadas. De unos años a la fecha, la comunidad científica que seguía siendo escéptica ha terminado por convencerse ante datos que, por mencionar un caso, nos proporcionan los satélites. Los golpes de calor tan agudos son hechos contundentes que ya se habían predicho.

 

Los incendios de bosques están contribuyendo más al cambio climático que los volcanes.

 

Sí, la  actividad volcánica en nuestra época casi no perturba el clima. Ahora bien, sabemos que cuando la columna de humo sobrepasa los diez kilómetros de altura, sí afecta el clima pero solo alrededor de un año. La temperatura del planeta desciende un grado y luego se recupera. Lo que exhalan algunos volcanes son partículas de azufre que llegan a la estratosfera, y sabemos que esas nubes son mucho menos transitorias que las que se forman en la troposfera. Esas nubes pueden durar hasta un año arriba. Por fortuna, en los últimos decenios apenas ha habido un par de eventos similares. Así que por ahora la actividad volcánica no es un factor del cambio climático, pero estudiarla fortalece nuestro conocimiento científico.

 

Las Naciones Unidas acaban de informar que la capa de ozono se está recuperando satisfactoriamente. ¿Qué comentarios tiene usted como uno de los artífices de este éxito medioambiental?

 

Realmente es muy satisfactorio, y es un precedente muy importante que hayamos tenido en el planeta un problema ambiental global y que se haya podido arreglar, y como consecuencia de haber colaborado distintos sectores, el sector académico, pero también el sector diplomático, privado y empresarial y las Naciones Unidas. Pudimos trabajar juntos para resolver el problema a través del Protocolo de Montreal que prohibió la producción de los compuestos que estaban afectando al medio ambiente, a la capa de ozono. Así es que lo importante es que tenemos un caso que demuestra que sí, se puede. Ya sabíamos que se iba a tardar en recuperar la capa de ozono, pues estos compuestos industriales son los que se emitieron el siglo pasado, pero permanecen muchos años en la atmósfera. Ya sabemos que la cantidad que hay en la atmósfera ya está disminuyendo con mucha claridad, pero lo importante de esta noticia es que como esperábamos, también se empieza a recuperar la capa de ozono. Sabemos que va a tardar décadas a que ya esté totalmente recuperada.

 

¿No cree usted que los gobiernos del mundo deberían tratar el cambio climático igual que la erosión de la capa de ozono? ¿Por qué no hay una actitud global firme contra esta terrible amenaza?

 

Hay muchas analogías con la capa de ozono, pero hay algunas diferencias. Por un lado es más complicado el problema del cambio climático porque involucra el uso de energía de combustibles fósiles que son parte de muchas actividades distintas en la sociedad. Pero en fin, si ésta fuera la única diferencia, pues no habría excusas para que no hubiera ya un acuerdo. El problema es que se politizó el asunto y grupos de interés con mucha fuerza, pues los combustibles fósiles que son importantes, se propusieron a desacreditar a la ciencia del cambio climático a través de los medios. Esto está muy bien documentado y es una repetición de lo que ocurrió con el tabaco. Es decir, algunas de las mismas organizaciones lo hicieron con mucha efectividad, de tal manera que los medios respondían diciendo que hay algunos científicos que piensan que sí y otros que piensan que no. Esto es totalmente falso. 

Entonces esas son las enormes diferencias y todavía no se resuelven. Pero los grupos científicos estamos ya tratando de aclarar que eso es una barbaridad, que es una irracionalidad gigantesca. De la misma manera, hay aspectos del cambio climático que están muy claros y que no son reconocidos. Pero hay otros que no sabemos con certeza cuánto van a empeorar el clima y vemos la cuestión de riesgo.

 

¿Qué deberían hacer países con economías emergentes como México?

 

Intentar ser líderes y motivar a otras economías similares. Hay que advertir que, por sus costas y litorales extendidos, México es vulnerable al cambio climático. Aún más vulnerables son los países isleños, aunque también las naciones ricas como Estados Unidos sufrirán trastornos de dimensiones insospechadas, así que es urgente tomar cartas en el asunto. El cambio climático está saliendo muy caro en términos ambientales, pero es relativamente barato si solo pensamos en el presente. Hay que recordar que durante la administración de Felipe Calderón, con quien colaboré, México organizó en Cancún una reunión que ayudó a empezar a resolver algunos de estos problemas. Desde entonces nuestro país adquirió compromisos vinculantes y se comprometió a mantener e incrementar el porcentaje de energías renovables, más del 30% para 2028. Existe otro tipo de compromisos que no son vinculantes sino que dependen de si hay recursos financieros de organismos internacionales.

 

Se ha dicho que el papel de los países emergentes con mucha población será indispensable en las medidas para combatir el cambio climático, como China e India.

 

El gobierno chino ha manifestado su interés por ayudar a resolver el 

problema. El primer ministro hizo declaraciones conjuntas con el presidente Obama que apuntan en esa dirección. Hay cierta preocupación por India, dado que está comenzando a despegar. La idea, sin embargo, es que todos los países del mundo colaboren. Los conservadores y republicanos ya no tendrán el pretexto de no hacer nada “porque de todos modos China va a contaminar”. El reto ahora es cómo llevar a la práctica estos compromisos, qué medidas concretas habrán de aplicarse. Es algo en lo que el equipo de investigación en el Centro Mario Molina ha estado trabajando con los distintos niveles de gobierno en México.

 

¿Qué tipo de compromisos deberían asumirse?

 

Compromisos donde todos ganan, medidas que tienen el objeto de mejorar la eficiencia energética y debido a las cuales todas las partes resultan beneficiadas, con o sin cambio climático.

 

 Se confirmó que la temperatura global ha aumentado. ¿Qué escenario podemos esperar si seguimos como hasta ahora?

 

Los cálculos suponen un aumento de dos o tres grados más hacia finales del siglo XXI, 

 

lo cual es muchísimo. El riesgo es enorme, pues la humanidad ingresaría de manera voluntaria a una ruleta rusa, donde hay una probabilidad de uno a cinco de que la temperatura se eleve un par de grados, en cuyo caso la catástrofe sería inimaginable, pues muchas regiones del planeta se volverían inhabitables, las migraciones serían masivas, de millones de personas, y la producción agrícola podría verse tremendamente afectada.

 

¿Entonces es falso que algunas partes del planeta podrían beneficiarse de dichos cambios en el clima? Se ha planteado que, a consecuencia del cambio climático, un desierto podría volverse un vergel y viceversa.

 

Quizá al principio, pero si la temperatura sigue subiendo todo mundo va a perder. Por eso estamos tratando de convencer a la sociedad no de que “crea” en el cambio climático, ni siquiera de que acepte nuestras hipótesis y probables escenarios, sino simplemente de que piense si es un riesgo aceptable no solo para los que vendrán sino para esta misma generación, que ya está sufriendo las primeras consecuencias. Aunque los cambios que observamos sean pequeños ya no hay justificación 

 

para decir: “Esto lo dejamos para que lo resuelvan otros en el futuro.” No, porque lo que hemos hecho es prácticamente irreversible. A las generaciones futuras no les vamos a dar siquiera la oportunidad de actuar si no empezamos nosotros ahora.

 

Hay también dudas acerca de la conexión entre el cambio climático y la calidad del aire.

 

Existe una conexión. El caso más claro es el de China, cuya contaminación del aire es grave y, si bien se trata de un asunto local, es causada por las plantas termoeléctricas que utilizan carbón como combustible, la forma más sucia de generar energía, y que agudizan el efecto invernadero. El gobierno chino se ha comprometido públicamente a crecer prescindiendo de dichas plantas. Son, pues, dos problemas separados cuya solución tiene beneficios mutuos. Lo interesante es que distintas empresas europeas, automotrices o incluso petroleras, han manifestado su interés por alcanzar una legislación clara donde sepan qué precio se les va a imponer a las emisiones contaminantes. Y algunas también lo hacen por simple responsabilidad social, lo cual puede ayudar mucho a lograr acuerdos razonables en términos ambientales y económicos.


DICLAB
Distribuidores de Instrumentos para uso Científico y Materiales para Laboratorio, A.C.
Zacatecas 206 Despachos 400, 401 y 402
Colonia Roma, Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06700, CDMX
(55) 5564 73 10
(55) 5574 02 79
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.