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El auge de las cripto-monedas en medio de una crisis ambiental

Bajo la lupa
Publicado el 19 de Abril 2021

El auge de las cripto-monedas en medio de una crisis ambiental

Muchos ni siquiera sabíamos o sabemos a ciencia cierta qué son las criptomonedas (o bitcoin o dogecoin) ni cómo usarlas ni quién las inventó, pero lo que sí sabemos es que mucha gente se está haciendo rico con ellas, y que hay gente que su trabajo es encontrarlas. Sin embargo, como muchas cosas de las que no sabemos como funciona tampoco sabemos cómo impacta en la vida diaria y mucho menos en el ambiente.

Dogecoin 1

Pero empecemos desde el principio, ¿qué es una criptomoneda, por qué tiene tantos nombres?

La criptomoneda, también llamada moneda virtual o criptodivisa, es dinero digital. Eso significa que no hay monedas ni billetes físicos — todo es en línea. Usted puede transferir una criptomoneda a alguien en internet sin un intermediario, como un banco. Las criptomonedas más conocidas son Bitcoin y Ether, y muy recientemente dogecoin, pero se continúan creando nuevas cripto-monedas.

La gente podría usar criptomonedas para hacer pagos rápidos y para evitar los cargos de transacción. Algunas personas podrían adquirir criptomonedas como una inversión, con la esperanza de que aumente su valor. Las cripto-monedas se pueden comprar con una tarjeta de crédito o, en algunos casos, a través de un proceso llamado “minería”. Las criptomonedas se almacenan en un monedero o cartera digital, ya sea en línea, en su computadora o en otro soporte físico.

Antes de comprar una criptomoneda, tiene que saber que no tiene las mismas protecciones que cuando usa dólares estadounidenses. También tiene que saber que los estafadores le están pidiendo a la gente que le paguen con una criptomoneda porque saben que, por lo general, esos pagos son irreversibles.

Okay, ¿Y cómo pagaría con una criptomoneda?

Cuando paga con una criptomoneda, usted no tiene las mismas protecciones legales.

Si algo sale mal, las tarjetas de crédito y las tarjetas de débito tienen protecciones legales. Por ejemplo, si tiene que disputar una compra, la compañía de su tarjeta de crédito tiene un proceso para ayudarlo a recuperar su dinero. Por lo general, los pagos con criptomonedas son irreversibles. Una vez que usted paga con una criptomoneda, solo puede recuperar su dinero si el vendedor se lo envía de vuelta.

Antes de comprar algo con una criptomoneda, averigüe la reputación y el domicilio del vendedor y cómo comunicarse con él si surge un problema.

Es posible que los reembolsos no sean en criptomoneda.

Si le ofrecen reembolsos, averigüe si serán en criptomoneda, en dólares estadounidenses o en otro tipo de moneda. ¿Y cuál será el monto de su reembolso? El valor de una criptomoneda cambia constantemente. Antes de comprar algo, averigüe cómo calcula los reembolsos el vendedor.

Criptomonedas y medio ambiente

Es probable que parte de la información sea pública.

Aunque las transacciones con criptomonedas son anónimas, las transacciones se pueden publicar en un registro contable público, como una cadena de bloques de Bitcoin. Una cadena de bloques es una lista pública de registros que muestra cuando alguien hace una transacción con criptomonedas. Dependiendo de la cripto-moneda, la información agregada a la cadena de bloques puede incluir datos como el monto de la transacción. La información también puede incluir los domicilios del monedero o cartera del emisor y del receptor — una larga cadena de números y letras vinculados a un monedero o cartera digital que almacena criptomonedas. Ambos datos, el monto de la transacción y los domicilios del monedero o cartera se podrían usar para identificar a las personas que la están usando.

El medio ambiente

La irrupción aguda de las criptomonedas no solo ha sacudido al mundo político, económico o tecnológico, sino que ha despertado el debate en otras ramas de la sociedad.

Los usuarios de criptomonedas como la nueva Ethereum, por solo citar un ejemplo, parecen estar interesados en algo más que la mera especulación financiera, algo que sí sucede en el mundo de las acciones. Para aquellos que minan criptomonedas desde antes de que fueran un boom, el hecho sobrepasa cualquier interés económico por sí mismo, ya que lo consideran una economía mucho más confiable que la tradicional.

La única manera de producir bitcoins, ya que no hay un banco central que emita el billete en papel, es a través de los mineros y cualquier usuario, puede serlo. Los mineros de criptomonedas son los encargados de producir el código hash, el cual se obtiene usando un software creado especialmente para poder sortear problemas criptográficos.

La dependencia energética para producir monedas afecta directamente al medio ambiente y al ecosistema eléctrico tradicional; la alta complejidad que genera producirlos, deriva en la necesidad de una gran cantidad de electricidad con un buen montón de problemas asociados. La huella de carbono de la minería de bitcoin al año sobrepasa los 17.000 kilotoneladas de dióxido de carbono.

¿Cómo algo que no existe físicamente puede contaminar la atmósfera? Un estudio revela que el consumo de energía y residuos derivados del uso de bitcoins genera unas emisiones de CO2 equivalentes a las de la ciudad de Las Vegas.

Concretamente, según un grupo interdisciplinar de investigadores de la Universidad Técnica de Munich (TUM) y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el uso de bitcoins genera unas emisiones de CO2 equivalentes a las de la ciudad de Las Vegas.

La explicación la encontramos en el hecho de que, si bien, tal como el sentido común nos hacía sospechar, los bitcoins no pueden contaminar por sí mismos, sí lo hace el consumo de energía y recursos que lleva aparejado su uso. Para ser exactos –siempre de acuerdo a las estimaciones de los estudiosos del TUM y del MIT–, el uso de bitcoins genera una huella de carbono de entre 22 y 22.9 megatoneladas anuales, lo que sitúa a esta criptomoneda como el gran supervillano virtual del medio ambiente.

La llamada ‘minería’ de los bitcoins –el conjunto de procesos informáticos necesarios para validar las transacciones y generar nuevos bloques– es la responsable del desmadre climático de esta moneda virtual. El estudio estima que estas operaciones representan el 0,2 % del consumo mundial de electricidad. Para llegar a esta chocante conclusión, sus autores han cruzado una serie de datos públicos, como los procedentes de la oferta pública inicial (IPO) de las principales compañías de hardware especializado en la extracción de bitcoins.

Otro factor que se ha tenido en cuenta es la localización geográfica de los grandes focos de operaciones de minería bitcoin a través del seguimiento de sus direcciones IP. El hecho de que un altísimo porcentaje de estos mineros se concentre en Asia, región del planeta en la que la producción de energía está fundamentalmente basada en el carbono, permite concluir que el auge de las criptomonedas está provocando un exceso de emisiones que no estaba contemplado en ningún protocolo.

Los propios investigadores reconocen que su estudio está apoyado en meras aproximaciones y que resulta difícil –por no decir imposible– aventurar el efecto real que para el cambio climático representa el uso de las criptomonedas. Sobre el fenómeno todavía gravitan oscuros nubarrones de desconocimiento y escepticismo, alimentados por su casi inexistente regulación. Burbuja para unos, realidad de crecimiento exponencial para otros, es difícil predecir cuál puede ser su evolución en los próximos años. En todo caso, el trabajo de estos investigadores sirve para poner encima de la mesa posibles derivas perversas de un crecimiento indiscriminado de las criptomonedas, y ya se apuntan soluciones alternativas como la creación de granjas de minería bitcoin de energía sostenible.

Dicen que cuando el norteamericano John Thompson inventó en 1919 el subfusil Thompson –la ametralladora de característico tambor redondo de las películas de gánsteres– quedó horrorizado al descubrir que en poco tiempo su niña bonita se acabaría convirtiendo en el arma predilecta del crimen organizado de la época. Tal vez el amable empresario había concebido inicialmente su subfusil automático para usos filantrópicos o de jardinería.

Del mismo modo, más allá de su rigor científico, las advertencias del TUM/MIT sirven para crear conciencia colectiva de los posibles efectos secundarios de la digitalización. Para llamar la atención de quienes piensan que los desarrollos virtuales son por completo ajenos al mundo físico y no tienen consecuencias más allá de los entornos informatizados. Para desarmar esa falsa sensación de impunidad y juego permanente, inocuo para el ser humano, en el que lo único que se requiere en caso de voz de alarma es hacer clic sobre el icono de apagado.


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